Ante situaciones estresantes, la mayoría de la personas tendemos a reaccionar con tensión, preocupación, inquietud y nerviosismo; estas respuestas son adaptativas y normales, puesto que ante una situación que percibimos como amenazante podemos responder y defendernos o huir. Por ejemplo, ante un examen o una entrevista importante, el estrés que se produce en nuestro organismo nos ayuda a concentrarnos, a retener conceptos en nuestra memoria y a estar más activos mentalmente. ¿Pero qué ocurre cuando los niveles de estrés son demasiados altos, provocan malestar e interfieren en nuestra vida? Pues que probablemente estemos padeciendo un trastorno de ansiedad.
Por otro lado, es posible que no tengamos una trastorno de ansiedad pero que en alguna ocasión, a lo largo de nuestra vida, nosotros mismos o alguien muy cercano, hayamos sufrido un ataque de ansiedad o de pánico. Aunque un ataque de pánico sea de carácter temporal o aislado, va acompañado de un malestar o miedo intenso, palpitaciones, escalofríos, temblores, hormigueos, sudoración, sensación de ahogo, miedo a morir o a volverse loco, náuseas, mareos e incluso desmayo.
En consulta trabajamos para que usted aprenda a manejar este tipo de situaciones, a reaccionar para evitar un ataque de pánico, bajar sus niveles de ansiedad y a mejorar su calidad de vida.